Sanz Ortiz J. «Final de la vida: ¿puede ser confortable?». Med. Clin 2001; 116: 186-190.
Hace unos años se contaba con muy pocos problemas relacionados con la ética en el inicio y final de la vida. Las situaciones crónicas ponen en lucha al ser humano frente su indigencia y fragilidad, el dolor físico y el dolor espiritual. En la actualidad vivimos en una continua rutina programada desde el exterior, en la que no se nos permite ejercer la libertad y la capacidad de elegir. Podemos decir que tenemos programada nuestra vida, pero la pregunta es si también, ¿nos quieren programar la muerte? El “derecho a morir con dignidad” es una expresión del principio de autonomía o autodeterminación. Significa poder elegir, gestionar la propia vida, sus condiciones y su final.
Como se ha visto en varias ocasiones, la sociedad es la creadora de las enfermedades y de los enfermos. El término “muerte” es muy despreciado por ésta y del que se huye. También, la orientación religiosa que se le daba a la vida y la muerte ha pasado a considerarse desde una perspectiva científica, comercial y de interés. Nuestro ritmo de vida ha dado un gran cambio en lo referente a la asistencia tanto sanitaria, como familiar. Cuando caes enfermo, pasas por una serie de etapas hasta la recuperación de la salud. La ayuda en esta recuperación la ofrecen la asistencia primaria, los hospitales dotados de nuevas tecnologías y profesionales competentes. La familia, lo ha sido desde el principio de los tiempos, aunque con el cambio en el estilo de la vida diaria, el resultado tiende a la negatividad sobre la situación de los niños (guarderías) y de los ancianos (residencias).
En los últimos 6 meses de vida se consume más del 30% del presupuesto sanitario.
Toda criatura humana, desde que nace, ya está dispuesta para la muerte, es un proceso en marcha. Morimos porque envejecemos y envejecemos aunque no enfermemos. Existen dos maneras de luchar contra la muerte: tratar de retrasar al máximo el acto final (aplazamiento), y, aprender el significado de la muerte (aceptación). No estamos preparados para admitir la muerte. Se olvida que «nacemos incurables». En lo referente de cómo morir confortablemente, hay que tener en cuenta que se ha pasado de producirse en el hogar a realizarse en el medio hospitalario, de lo que es sinónimo de morir solo. La mayoría de las personas pasan por un período de agonía antes de producirse la muerte. La agonía es la última lucha del organismo, ya vencido, contra los efectos letales de la dolencia irremediable. Se inicia en el momento de saber o sospechar la actualidad de la muerte.
La muerte pone fin a todo padecer, tanto físico como psicológico, de la persona, y es lo que le lleva a uno a solicitar la eutanasia activa directa. La calidad de vida es un valor subjetivo cuyo significado depende de cada individuo, y sobre el que los demás no pueden disponer.
¿Qué se puede hacer para que el tránsito hacia la otra vida sea confortable? Primero, asumir, elaborar, aceptar y dar sentido al sufrimiento constitutivo del ser humano o sufrimiento inevitable. Reflexionar y ordenar el mundo interno mediante el diálogo con uno mismo. Esta tarea es individual y específica, necesita tiempo, condiciones adecuadas, oportunidad y muchas veces ayuda. En segundo lugar, la «regla de oro» es evitar el sufrimiento inducido. No prolongar artificialmente una situación penosa y difícil para todos. La soledad en la etapa final de la vida es causa de intenso dolor espiritual. El acompañamiento y la vigilancia son dos antídotos contra la dimisión de la vida. Respetar los valores y creencias de las personas y controlar el dolor hacen que el 90% de los enfermos tengan una muerte confortable.
El mundo de la medicina paliativa en España, tiene una cobertura actual del 23% de la población. Una solución del problema es ampliar la cobertura de la medicina paliativa incrementando los 206 programas ya vigentes en toda la geografía española y ampliando el número de camas a 50/1.000.000 de habitantes según los expertos.
1. Establecer con la máxima certeza que nos encontramos ante una enfermedad terminal.
2. Respetar la autonomía personal y la posibilidad de rechazar tratamientos. Permitir ejercer la capacidad de elegir, expresar prioridades y defender los valores de cada uno está contemplado en todos los códigos morales y deontológicos.
3. Analizar la importancia del problema. Para ello es necesario hacer el análisis de la demanda o presunta necesidad de la eutanasia activa voluntaria.
4. «Matar» o «dejar morir». Matar es una acción directa con la intención de terminar con la vida. Dejar morir es omitir la ayuda necesaria para mantener la no vida. En ambas el resultado es el mismo: la muerte.
5. «Parar» (quitar) y «no empezar» (no poner) tratamientos. La distinción moral entre ambas es insostenible. La decisión de comenzar o terminar un tratamiento debe basarse en los derechos y bienestar del enfermo, así como en el equilibrio de beneficios y cargas que supone.
6. Suicidio asistido y eutanasia activa voluntaria. Los actos transitivos se realizan sobre otra persona y se rigen por el principio de no maleficencia. Los intransitivos se realizan sobre uno mismo y no tienen repercusión sobre otros y se rigen por el principio de beneficencia. Este enfoque en el final de la vida da lugar a tres tipos de actuaciones: suicidio lúcido, suicidio asistido y eutanasia activa directa voluntaria.
Recomendaciones y conclusiones
1. Incorporar la muerte a la vida y dejar de considerar la medicina como algo que consiste en evitar que la gente muera.
2. Disminuir las peticiones de eutanasia activa voluntaria evitando el ensañamiento terapéutico (distanasia) y la futilidad terapéutica.
3. El médico es un profesional formado para cuidar y conservar la vida, no para destruirla. El bien jurídico protegido siempre es la vida.
4. El último acto de la debe ser protagonizado por la propia persona respetando sus prioridades, valores y proyecto de vida.
5. Nadie debe morir con dolor ni solo. Nunca debe faltar el calor de una mano amiga.
6. Evitar sufrimiento inducido. Todos los síntomas deben estar tratados por profesionales capacitados en medicina paliativa.
7. La atención debe prestarse en el domicilio o el hospital según la preferencia del enfermo.
8. La sedación, en los casos difíciles, permite contener los síntomas y facilita el acto de morir respetando todas las normas éticas, médicas, judiciales y legales.
9. La moderna medicina paliativa puede atender las necesidades del paciente moribundo y sus allegados con eficacia, efectividad y eficiencia.
10. Con una cobertura del 100% de los cuidados paliativos no será necesario introducir nuevas figuras legales ni por la magnitud de la demanda (0,3%), ni por la dificultad de resolver con eficacia la necesidad planteada.