El envejecimiento se caracteriza por una serie de factores
fisiológicos, psicológicos y sociales extremamente individualizados. Desde la
década de los 60 se está produciendo un aumento significativo en el número de
ancianos en todo el mundo y el consumo de medicamentos por esta población acompaña
esta tendencia. Los ancianos forman el grupo etario más medicado en la sociedad
y esto se debe principalmente al aumento de la prevalencia de enfermedades
crónicas con la edad. La mayor parte de individuos con 75 años o más hacen uso
continuo de por lo menos tres fármacos. Los medicamentos más consumidos son antihipertensivos;
diuréticos; analgésicos, antiinflamatorios, ansiolíticos y vitamínicos.
Es común encontrar en sus prescripciones dosis e
indicaciones inadecuadas, interacciones medicamentosas, asociaciones y
redundancias (uso de fármacos pertenecientes a una misma clase terapéutica) y
medicamentos sin valor terapéutico, también destacan la automedicación y la
falta de adherencia al tratamiento de la prescripción recibida. Tales factores
pueden generar reacciones adversas a los medicamentos (RAM), algunas de estas
graves y fatales. Algunas de las
dolencias con más prevalencia en los ancianos, como alteraciones cardíacas y
Parkinson, necesitan de tratamientos con drogas que presentan un estrecho margen
entre la dosis terapéutica y tóxica. Las interacciones medicamentosas ofrecen
riesgos aumentados en esos pacientes, hecho explicado por la vulnerabilidad de
los mismos.
